La oración del ateo

Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,
y en tu nada recoge estas mis quejas,
Tú que a los pobres hombres nunca dejas
sin consuelo de engaño. No resistes

a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
Cuando Tú de mi mente más te alejas,
más recuerdo las plácidas consejas
con que mi ama endulzóme noches tristes.

¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande
que no eres sino Idea; es muy angosta
la realidad por mucho que se expande

para abarcarte. Sufro yo a tu costa,
Dios no existente, pues si Tú existieras
existiría yo también de veras.

La oración del ateo 
Miguel de Unamuno  

Miguel de Unamuno fue un escritor y filósofo bilbaíno perteneciente a la famosa generación del 98. Vivió mucho tiempo obsesionado con la muerte porque se resistía a pensar que cuando ésta sobreviniera su conciencia muriese. Esta sensación de abandonarse a la muerte la asemejaba al llanto de un niño cuando llora en su cuna en medio de las tinieblas de la noche. Durante su vida pensó en miles de argumentos racionales que le llevaran a garantizar la supervivencia de su pensamiento más allá del final y sobre ello giró su vida entera. 

[Bilbao, 1864-Salamanca, 1936]
La fe es el anhelo a lo eterno, dijo él, como si creyendo en Dios pensáramos que éste nos va a premiar con la esperanza en otra vida mejor. Y reconoció que al final de sus días, hincó las rodillas en el suelo para implorarle a Dios y despojarse de su ateísmo. 

Quizá sea eso en lo que todo terminaremos pensando, justo en el último minuto de aliento, en Dios, en esperanza, en el todo y la nada. 


"Si existes, apiádate de mí, Dios mío".

@Ohihane

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