Un frío viaje a Praga (III)

Un frío viaje a Praga que exige una parada en Dresde, Alemania. No conocía mucho sobre esta ciudad, solamente que al final de la II Guerra Mundial las fuerzas aéreas de los Estados Unidos bombardearon durante cuatro días la capital sajona, hay quien dice que por venganza.

Al llegar a la estación de Dresde (Dresden Hauptbahnhof) tuve la impresión de que, como en Berlín, todos los edificios iban a ser de un antiguo artificial, pero no. Tras 15 minutos caminando por una avenida comercial llegué a un mundo de cuentos junto al Elba. No exagero si digo que es el lugar que más me ha impresionado hasta ahora.

Mercadillo de Navidad de Dresde [Fotografía: Oihane]  
A pesar de que a finales del siglo XVII la ciudad quedó destruida por un gran incendio, se nota que fue una de las más importantes del Sacro Imperio Romano Germánico. Entre sus calles se escucha la Oda a la Alegría de Schillerd, bandas recordando el otoño de Vivaldi o a un chico al piano en un pequeño escenario improvisado en la plaza Neumarkt.

Desde las escaleras de Schlossplatz contemplo la gente moviéndose entre los puestos de Navidad, comprando estrellas de madera o marionetas. Por estas escaleras se llega al Balcón de Europa, un conjunto de edificios a la orilla del Elba también llamado Terraza de Brül. 

Este balcón arquitectónico muestra el motivo por el cual esta ciudad perdió el título de Patrimonio de la Humanidad. Un puente de dos kilómetros descongestiona el centro de la ciudad de coches y ensucia una panorámica espectacular. El sol iluminando el Ministerio de Educación y el Augustusbrücke (Puente de Augusto) hace olvidar la temperatura de diciembre que me acompaña en todo el viaje (entre -5ºC y 1ºC).
Fotografía desde la Terraza de Brül [Fotografía: Oihane]
En una ciudad donde no sabes ni a dónde ir primero, porque todo te parece maravilloso y un día se queda escaso para poder disfrutar de todo antes de que anochezca (a eso de las 16:15), me encuentro con Zwinger. Este palacio barroco antiguamente fue fortaleza [El nombre se debe a que antes se denominaba así a los muros exteriores de las fortalezas.] pero después terminó siendo un lugar donde celebrar la más lujosas fiestas. Ahora acoge una oferta variada de exposiciones de porcelana o el salón de la física y las matemáticas.

Acompañando a Zwinger está Semperoper o Ópera estatal sajona de Dresde. Cuando leí en las guías que se trataba de una de los edificios de ópera más bonito del mundo, no me lo creí, porque ahí está el Teatro Arriaga de Bilbao que pocos le pueden hacer sombra (bilbainada). Este edificio también fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial y no fue hasta el 2002 cuando pudo volver a abrir sus puertas.
Semperoper [Fotografía: Oihane]
Tuve tiempo de cruzar Augustusbrücke para poder ver la ciudad oscureciendo a mis espaldas y por la noche disfrutar de la música clásica callejera que te mantiene con los pies pegados a los adoquines de Schlobstrabe (camino del castillo). 

Y mi último placer entrar en calor en el mercadillo de Altmarkt, justo en el mismo instante en el que otros encontraron el miedo en Berlín.

Ich werde Dresden!

@Ohihane

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