Enfermera humanizada

Hoy se han celebrado las Jornadas de Humanización del Colegio de Enfermería de Navarra y detrás de mi sonrisa ha habido una gran reflexión personal. Aroa López y Juan Carlos Miranda (Proyecto HURGE) me han hecho pensar en aquel momento en el que las miradas de compasión se dirigieron hacia mí, aquel instante en el que un abrazo me reconfortó más que cualquier otro que hubiera recibido en mi vida. 

No fui yo quien murió, solamente fui la espectadora a quien la vida puso en primera fila. '¿Por qué te hiciste enfermera?' Es una pregunta recurrente en mi vida, como si mi decisión no fuera vocacional. Quien lee mi blog sabrá que he terminado por reconocer que las cosas siempre pasan por algo, y supongo que me hice enfermera para saber cuidar de quien más quería, mi padre. 

Mi padre murió de cáncer hace siete meses. Podría decir que después de una larga lucha, pero en realidad no fue así, no fue larga, él no quiso que lo fuera. Mi aita decía que la muerte es parte de la vida, que como venimos nos marchamos, y que por lo menos él tenía la oportunidad de decidir cómo quería que fuera, posibilidad que a muchos se les niega. Tuvo suerte de encontrar un equipo asistencial que le entendiera y que no tratara de convencerlo de lo contrario. 

Durante los cuidados en casa me sentí tremendamente responsable de brindarle a mi padre el final que él había pedido: en su cama, tranquilo y sin dolor. No voy a decir que fue fácil, porque no lo fue, pero el sueldo me lo ganaba a base de abrazos y quienes me los daban no me conocían de absolutamente nada. El equipo que venía a casa fue tan humano que solamente puedo pensar que sin ese cariño diario, sin esos ánimos, nunca podría haber cumplido los deseos de mi aita. 

Durante días hablamos sobre la muerte, sobre qué pasaría después. Hablábamos tanto de ella que terminó siendo incluso un tema al que recurrir cuando no había nada que decir. Y al final de todo tuve la oportunidad de poder despedirme de él, de decirle que lo quería, mecerlo con su canción favorita y acompañarlo en su último sueño. Sin lágrimas, sin gemidos, sin dolor, sin desconocidos, sin interrupciones... con la única compañía de su hija, de su enfermera. Pero tras un minuto de asumir que todo había acabado, el primer pensamiento, la primera llamada de auxilio ante otra etapa desconocida fue al médico que nos había acompañado en este viaje. ¿Cómo pudo hacerse protagonista de mi vida una persona a la que apenas conocía? 

Esta experiencia me ha cambiado. En cada paciente y cada día veo a mi padre. Intento descubrir en sus miradas qué quieren, que esperan de mí y de mis cuidados. Me esfuerzo con cada uno de ellos por ser más cariñosa, más compasiva, más empática... en definitiva, más humana. 

Hoy he madurado estas ideas y solamente quería compartirlas porque a través del hilo conductor de las humanización de los cuidados, notaba que las 400 enfermeras que estaban en la sala sentían lo mismo que yo.

@Ohihane

Comentarios

  1. Qué duro y a la vez bonito poder despedir así a tu padre. Seguro que desde donde este esta orgulloso de tí. Un abrazo, compañera.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares