A LAS DOCE SE FUE LA LUZ
A las doce de la noche se fue la luz.
Volví a sacar de mi caja de cosas pendiente lo imprescindible para viajar: paciencia, resiliencia, valor, empatía y generosidad. Con todo ello, en la más pequeña de las maletas emprendí una aventura que me hace sentir en este momento y en lo más profundo de mi alma, que aún no he regresado.
La nieve me dio la bienvenida. El primer impulso fue llorar porque mis recuerdos están repletos de filigranas de emociones que me llevan a las "primera veces". Pero utilicé mis propios recursos para ponerme a salvo: hablar y hablar. Así, quienes me rodeaban no sentirían la fragilidad que se asomaba por mis ojos respondiendo a lo que solo era miedo.
Frontera ucraniana |
Transportar la ilusión a través de 3000 km desde Pamplona hasta Skole, en Ucrania, con mis alas rotas, era una gran responsabilidad y no podía permitirme olvidar el sentido de estar allí. Ochenta desconocidos y conocidos, vecinos, amigos, familiares... prepararon con todo su amor unas pequeñas cajas con toneladas de ilusión navideña. Los destinatarios ansiaban que el señor de barba blanca no se olvidara de ellos, los imaginaba mirando al cielo esta vez sin temor y con los ojos llenos de ilusión.
Ya en Ucrania, esa rueda de pensamientos optimistas se rompió. Disfrazados de realidad volví a cruzar la mirada con unos ojos amigos. Hacía mucho que no nos veíamos aunque quizá no hacía tanto. Consumí mis minutos envolviendo cada instante en perfectos momentos para recordar, con la esperanza de que fuera suficiente para un pequeño guerrero que le grita a mi alma con tanta fuerza que me ahoga. Y con la pena de no poder alargar los abrazos, la realidad se abrió camino.
En la soledad de un ático en el centro de Lviv, se fue la luz. Justo en ese momento me sentí tan vulnerable que solo quería gritar. Siempre he tenido miedo a la oscuridad. Mi padre tenía un plan de emergencia para mí: una linterna en cada cuarto y "cuando estés sola, espera sentada en la cama y yo iré a buscarte". Y siempre fue así, aunque hubiera entre nosotros 140 kilómetros.
Carretera ucraniana |
La oscuridad le hizo protagonista al silencio y un estruendo se abrió paso entre mi angustia. Era nieve cayendo sobre un tejado del patio interior del hotel. Sentí frío en los pies, ¿cómo se puede vivir así? ¿cómo se puede vivir con la angustia de saber que en cualquier momento todo termina? ¿por qué? ¿qué hago aquí?
Tardó mucho en hacerse de día, pero como siempre, terminó sucediendo y un nuevo día se presentó ante mí. Había kilómetros por delante y yo seguía hablando. El propósito del viaje estaba cerca. Nunca había visto tanta nieve. El paisaje era devastador en mi mente. Todo era blanco.
Al llegar a Skole por fin llegaron los colores. Los papales de regalo que envolvían los mejores deseos de ochenta familias navarras llenaron de Navidad los ojos de unos pequeños que nos miraban con sorpresa.
San Nicolás hizo sus pequeñas milagros. Un pequeños Spiderman no daba crédito ante un regalo envuelto en papel de su gran héroe. ¡Qué fascinante poder mirarle!, ¡qué increíble poder vivirlo!, ¡qué extraordinario poder contarlo!.
No quise acerca a un niño. Creo que lo reconocí entre muchos. Ese niño que me acompaña en mi casa, que me mira desde una foto. Pude preguntar su nombre, pude unirle más a mí, pero no pude. Saber que estaba allí me reconfortaba, porque estaba. Unirme a personas con nombre y apellidos subraya lo que hacemos pero también deja cicatrices con las que es difícil seguir adelante y yo ya tengo una muy grande.
Y entre sonrisas y mirados dos amigos se encontraron ¿tendría la gorra? Orgulloso mostró el obsequio que cinco meses antes un navarro le dejó con la promesa de volver. Y se unieron en un abrazo que mostró la pulsera de San Fermín que aún lleva atada a su mano. y como me han dicho mientras escribía estas líneas "esto es lo que le da sentido a lo que hacemos". Será médico, ese niño será médico, porque quiero serlo y porque le ayudaremos a serlo.
He vuelto a casa de madrugada y he encendido la luz. No la he apagado.
https://fundacionenfermerianavarra.org/blog
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